sábado, 31 de enero de 2015

A la memoria del amor muerto


Te desvaneces. Al fin dejo de extrañarnos. El mundo vuelve a estar lleno de posibilidades y ahora simplemente envidio tu capacidad de amar a cualquiera. Recuerdo cuando era niña y se terminaba la primaria. Sufría al saber que a quien amaba en ese entonces dejaría de ser parte de mi vida. Lloré prácticamente todo el verano pensando en ella. Más fuerte lloré cuando te tuve que dejar. Cuando empecé la nueva escuela me volví a enamorar y eventualmente, tarde o temprano, volví a llorar. Y luego de nuevo. Y después otra vez. Hasta que llegaste y pensé que sería para siempre.

Ahora me veo a mí misma y me  hallo en un momento de quiebre del que por primera vez soy plenamente consciente. Me reconozco como única responsable de mi existencia y felicidad. Ahora, después de haber llorado lo necesario y justo por nuestro fin, me creo capaz de seguir adelante. Eso sí, me miro y tengo marcas, como la que me dejaste en el tabique aquella noche. Pero ya no la quiero borrar. Es parte de quien soy, como siempre serás vos. Sin importar el tiempo que pase, siempre serás mi primera vez de tantas cosas y quiero creer que también piensas lo mismo. Te recuerdo con cariño, dulzura e intensidad, a veces rencor. Pero al fin puedo decir que eres, somos, eso, un pasado hermoso y brutal al que no se puede volver. Al que hay que dejar. Cuando tenías problemas y llorabas, siempre te consolaba diciéndote que íbamos a estar bien. Ahora finalmente me lo creo.

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